GUILLERMINA SOTO, ACTRIZ
Maestra de Antonio Banderas y otros
grandes artistas de Málaga.
Guillermina Soto, fue una actriz muy conocida en la mitad del siglo pasado, su impronta no dejaba indiferente a nadie, a veces, no es tan importante para un intérprete estar al lado de la perfección escénica, lo más primordial son los elementos que conectan definidamente con la crítica del público, los observadores difieren y polemizan sobre la magia que envuelve a algunos actores, ellos sin ser especialmente notables, saben seducir muy sobradamente a sus seguidores, esa excelencia es enigmática y sublime, sin embargo, todos ellos, saben embelesar nuestra capacidad para sorprendernos.
Es el caso de
Guillermina Soto, ella nació 1898 en Madrid, aunque muy pronto se instalaría
en Málaga, se puede decir que gran parte
de su carrera la desempeñó en teatros o cines malagueños que se habilitaban
para recrear obras clásicas de autores principalmente griegos, los dramaturgos
la inspiraban mucho más que la comedia de contenido ligero, por entonces,
estaba muy de moda las comedias humorísticas o picantes, sin duda, Guillermina
supo implantar un teatro profundamente serio, para el cual se necesitaban grandes actores y actrices que
supieran transmitir textos de un alto nivel cultural. Los estrenos de tales
obras se representaban en el Teatro Romano, al igual que lo hacía su gran competidora
Ángeles Rubio- Argüelles.
Se sabe que su
amor por el teatro formaba parte de su vida, tanto, que los fines de semana los
dedicaba a recibir en su domicilio a distintos aspirantes que recibían clases
de disertación e interpretación, son muchos los actores que hoy la recuerdan,
entre ellos, Antonio Banderas que aprendió a su lado técnicas de improvisación
y puesta en escena, él mismo lo relató en el Diario el Mundo. A veces, los
mecenas o ayudadores culturales
moldean para siempre el camino de la creatividad, en sentido contrario puede
surtir un efecto de gran negatividad, pues una palabra o gesto desfavorable consigue
desmotivar su ingenio, eliminando al candidato su deseo de continuar.
Volviendo a
Guillermina, nos detenemos en su afán por la interpretación, sobre todo, por lo
que una diva entiende para cautivar a su público, de tal manera, ella se negaba
rotundamente a no ser la protagonista absoluta de las obras que representaba;
le era indiferente la edad o si el personaje principal era hombre o mujer; ella
se introducía en el papel de Don Juan Tenorio, alegando que el público no
observaría ese detalle sino el poder del artista que interpretara la obra.
En su última
etapa, Guillermina alquilaba sus más de dos mil trajes que ella había usado en sus
muchas representaciones y también cuando asistía a las fiestas que se daban en
el Miramar u otros lugares. Los trajes los exponía desde la cristalera de su
casa en la calle Alarcón Luján, siendo una señal inequívoca de una situación
económica algo mermada.
La actriz formó
a insignes artistas, entre otros: Pepe Salas, Mariluz Riozzo, Víctor Poyuelo o
Lucio Romero, además del mencionado Antonio Banderas, también ayudó a otras
disciplinas artísticas, el escritor Luis Melero y el pintor Pepe Bornoy o Paco
Moreno la recordarán como a una mujer culminada y desbordante en pos de la
cultura malagueña.
Por todo lo que
marcó su imagen en el significado del teatro, es muy bueno recordarla y no
dejar en brazos de lo efímero el grato recuerdo de su labor, por ello, se
espera que muy pronto se le otorguen en Málaga los reconocimientos que se
merece su memoria.