ENRIQUE RAMOS RAMOS, ILUSTRE MINISTRO
ESPAÑOL
Hace unos días el pueblo
de Algarrobo (Málaga) irguió una estatua en honor a su paisano Enrique Ramos
Ramos. Es indiscutible que los habitantes de Algarrobo nunca olvidan a los
vecinos que han dado honor a su municipio, así lo corrobora la historia en sus
muchos relatos, la entrega y el valor que a lo largo de los siglos han
demostrado sus grandes gestas quedan patentes y vivas en la memoria colectiva
de sus coterráneos. En este caso, el trascurrir de los años no ha impedido que
se rememore al que fue ilustre ministro de la Segunda República Española, la
figura de Enrique instalada en una de las placitas más bonitas del pueblo hará
recordar la incuestionable importancia de su insigne conciudadano, así mismo,
suscitará la personalidad noble e inteligente que poseen los algarrobeños/as y
por consiguiente el orgullo que tal reconocimiento conlleva.
Enrique nació en
Algarrobo el día 9 de octubre de 1890, cultivó su carrera de jurista terminando
derecho con tan solo 22 años, su capacidad de superación y esfuerzo le hizo
obtener una plaza como profesor en la Universidad Central de Madrid, en sus
años de docencia impartió las cátedras de Derecho Romano, Derecho Civil y otras
que formaron definitivamente sus conocimientos. Muy pronto se interesó por la
política, su ascenso en ella fue paulatino alcanzando compaginar su vocación
con la enseñanza, en el año 1923 empezaron sus primeros pasos como político
siendo diputado electo por Vélez Málaga, años más tarde fue elegido diputado
por Málaga, en 1933 fue nombrado abogado fiscal del Tribunal de Cuentas, su
carrera imparable le llevó a ser designado subsecretario de la
Presidencia, finalmente fue elegido
democráticamente ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión y meses más tarde
ministro de Hacienda, estos cargos los realizó durante el periodo que ocupaba
la Jefatura del Gobierno Manuel Azaña. Ramos luchó por la igualdad salarial y
por mantener un equilibrio justo entre los trabajadores anunciando medidas que
reformarían el sector laboral, así mismo, en las dos carteras que ocupó
promulgaba ideas para modernizar y renovar la obsoleta organización de sus
predecesores, su filosofía se basaba en la ética más pura y justa. Lamentablemente las reprochables
circunstancias que le tocó vivir no le beneficiaron para demostrar su imbatible
potencial, sin embargo, la historia no debilita ni distorsiona su imagen, la
mantiene viva en el recuerdo para siempre.
Enrique nunca se olvidó
de su precioso pueblo, en su momento realizó mejoras en Algarrobo, entre ellas,
la carretera principal de acceso al pueblo que facilitaba la conexión para el
desarrollo mercantil y educativo, por esa razón y siendo Algarrobo un pueblo
muy agradecido existe un colegio público que lleva su nombre.
Enrique Ramos Ramos
falleció en Múnich el año 1958, después de la guerra siempre vivió en el
exilio, nunca pudo volver a su pueblo natal.
En el año 1998 fue
distinguido como Axárquico de Honor Histórico, este año se le han devuelto más
honores esculpiendo su figura con su nombre tallado en ella.
Toda mi familia y yo
misma estamos orgullosas de llevar su apellido, para mí ha sido muy grato
informar y escribir este artículo que he realizado con todo mi respeto, cariño
y admiración.
LA FIESTA
Los festejos veraniegos nos
ofrecen grandes y variadas fiestas de ocios y eventos, la multitud de opciones
va conectada a festividades que se celebran en honor a patrones y santos, en la
mayoría de municipios de España se disfruta de estas actividades.
En los lugares de mayor
población se sigue estableciendo unas tradiciones que conforman el clamor
popular de algunos de sus habitantes, esa designación la ocupa oficialmente la
fiesta nacional y todo el entramado que supone el espectáculo taurino.
Esa fiesta se basa en los
siglos que la avala, la afición se engalana para recibir un cartel de figuras
categóricas e indiscutiblemente sagradas, ellas son adornadas en la plaza con
músicas que compaginan con un festival de colores y luces centelleantes al sol.
El espectáculo se sirve con
algarabías y aplausos exclusivos del universo taurino, la vorágine encierra un
clima que se respira profundamente dentro del ruedo, todo se reduce a invites
de constantes y caracoleadas capeadas, los rejones y banderillas anuncian
la muleta y la espada, los pases armoniosos y valientes ensalzan a la faena que
está por terminar, mientras el clarín toca el cambio de tercio el toro es
posicionado en el lugar más idóneo para recibir el plateado acero, el silencio
se instala con un medio suspiro general, al acabar los vítores del
público se delibera el galardón para el maestro o matador, él espera impaciente
su merecido trofeo.
Por una de las calles del recinto
aparece de pronto el tiro de mulas para arrastrar el cuerpo del animal, en esos
exactos momentos sobrarían las palabras para describir la desazón, ella surge
pasajera y a la vez muy honda, es como una ráfaga de tristeza que borra
instantáneamente la sonrisa.
Cuando más tarde se acaba el
espectáculo y desaparecen las luces, algunos de los que han presenciado todas
esas emociones dentro de los sentidos, proponen en su interior un sueño que
reúne nuevas o distintas maneras de disfrutar de una fiesta que en realidad no
tiene visos ni de alegría ni de nada que se le parezca, no se puede entender
que la tortura a un ser vivo sea motivo de conexión con festejo o agasajo. Aunque
bien es verdad que no se puede garantizar el trato que reciben los animales en
sus diversos ámbitos y a puerta cerrada, nunca se alardea necesariamente de su sufrimiento.
Sin ánimos de inventar lo que ya está implantado en otros países, el festejo
taurino español se debería recomponer apartando métodos del medievo, ajustando
una praxis que no atente a la violencia, esos pensamientos anhelarían un final
diferente, donde gane la vida, donde el animal salga de la plaza con el mismo
brío que se presentó, donde no haya perdedor y todos ganen la partida.
El arte de los diestros no
está reñido con el garbo o la valentía que derrochan en su brindis y entrega al
respetable, ellos muestran su potencial en todos los apartados existentes que
templadamente aprendieron en el tentadero, para el torero la palabra olé debe
ser el lado más existencial de la gloria, a saber, si una práctica renovada les
podría motivar aún más. Todos esos pensamientos confluyen en las muchas ocasiones
que los sueños se convierten en realidad, en el caso que esas quimeras
ocurrieran, tal vez el público que asistiera fuese más diverso, más abundante,
más alternativo y sobre todo es seguro que se sentiría mucho más complacido con
el arte del toreo.