LA PRESENTACIÓN
La impaciencia siempre fue su peor
enemiga, estaba sentada en la sala de espera del notario, el minutero de su
reloj parecía hecho de plomo, la inquietud se empezó a apoderar visiblemente de
su frenético estado de nervios.
—Creo que nos han citado a las doce
—dijo irónica al aire, a pesar de que nadie le había preguntado nada.
—Yo acabo de llegar, son las doce y
cinco, los demás no tardarán —uno de sus compañeros intentó suavizar el
malestar de su compañera.
—Ya, pero no soporto que la gente sea
impuntual —le contestó directamente y sin mirarlo.
—Venga, Irene, que esa gente son
nuestros compañeros, además, llegar antes a una cita es también una señal
inapropiada —quiso contrarrestar el enfado de Irene.
—Vamos, Fernando… no digas bobadas.
—Miró el reloj, contrariada.
A los pocos segundos llegaron los tres
que faltaban, ellos se disculparon susurrando algunas palabras sueltas. Los
cinco escritores fueron dirigidos hasta la puerta del despacho notarial.
Todos portaban su nuevo libro que
acababa de salir de la imprenta.
—Bien, he leído detenidamente lo que
les trae por aquí —el notario pretendía ser cercano.
—No hay nada que objetar, firmamos y
listo, mis compañeros están de acuerdo —Irene habló por todos.
El notario empezó a leer la propuesta
con cierto rigor, en ella se manifestaba la intención de los cinco escritores
de firmar un acuerdo conjunto, en tal convenio se declaraba que, desde el
momento de la firma, todos ellos escribirían sus obras conjuntamente, es decir,
nunca por separado, por tanto, todos sus futuros libros irían creados y
firmados por los cinco.
Al salir de la notaría se observaba
entre ellos un halo pletórico de exaltación.
—Es lo mejor que hemos podido hacer,
sin duda nuestra novela será un éxito, tendremos que planificar las
presentaciones, no pararemos hasta conseguir que uno de los libros más vendidos
sea el nuestro —la voz de Isidoro sonaba exultante y alta.
—Desde luego, así será, nuestro nivel
es muy alto, jugamos con las palabras como nadie, eso es evidente —la seguridad
pasmosa de Ramón regalaba los oídos de sus compañeros.
—Obvio, no es solo nuestro juego de
palabras, es también el dominio de nuestra ortotipografía la que nos avala y
caracteriza —Aurelio deslizó su opinión convencida.
—Teniendo en cuenta que salen
escritores hasta de debajo de las piedras, nosotros hemos de marcar las
diferencias con nuestro particular sello —Fernando se permitió encumbrar los
escritos que realizaban.
—Ha de ser así, ofreciendo una buena
plataforma donde poder mostrar nuestro arte literario hacemos un gran bien a la
cultura —la escritora se explicaba en nombre de sus compañeros y en el de ella
misma.
—Ahora nuestra prioridad es concretar
una sala para la presentación de nuestro naciente libro, ha de ser espaciosa y
céntrica —Isidoro calculaba un lanzamiento comercial y correcto del producto.
—Isidoro lleva razón, el lugar y la
zona son vitales para que se efectúe sin problemas la firma de libros —Ramón se
dejaba llevar por el entusiasmo de sus compañeros.
—No olvidemos que esto es un negocio,
si lo proyectamos bien ganamos todos y por supuesto también se beneficiará
nuestra querida editorial —Aurelio dio un pequeño golpecito en la carpeta que
siempre llevaba en las manos.
—Nuestro libro es una pasada, no
olvidemos que hemos juntado en él ideas y pensamientos de cinco mentes
distintas, ese cóctel narrativo es un explosivo literario sin precedente y
novísimo —Fernando se contagiaba por momentos del éxito imaginado.
—Mañana a primera hora quisiera ir a
la casa de un conocido, él es un influyente catedrático, esta misma tarde lo
llamaré para quedar. —Irene no tenía freno para afrontar cualquier reto, ella
era consciente de que llamar a su conocido era algo imprudente y descabellado.
—Bueno, chicos, mañana seguimos
hablando. —Todos se despidieron y se abrazaron emitiendo un sonido victorioso
algo extraño.
Al día siguiente los cinco autores se
levantaron con la misma tónica triunfante que el día anterior, interactuaban
con llamadas telefónicas muy continuadas y densas, el monotema era el libro.
—Chicos, ayer mismo pude hablar
telefónicamente con el profesor que os comenté, él me citó en su casa esta
misma tarde, me dijo que probablemente irá a la presentación gran parte de su
alumnado. Yo, agradecida, le prometí llevarle un libro, él va a ser el primero en
leerlo —Irene informaba a sus compañeros con un delirio desbordante, estaba
realmente entusiasmada.
La primera presentación del libro se
acercaba, algunos preparativos podrían tener paralelismo con ciertas
celebraciones sociales, a colación de ellas las redes sociales tenían un papel
fundamental, en la insistencia y repetición de la noticia se configuraba la
obtención de resultados, a golpe de clic la mayoría de los navegantes aceptaron
asistir a la presentación, los síes adelantaron a los noes abrumadoramente.
Llegado el día, la sala estaba
acertadamente iluminada, los libros atraían la atención dispuestos en atriles y
en pequeños montones semicirculares, en la mesa de cabecera estaban sentados
los autores, el prologuista, el presentador del libro y el editor.
Pasada la hora fijada se esperó unos
minutos de rigor para dar comienzo al acto, habiendo transcurrido un tiempo
considerable se dio por inaugurada la presentación, los ponentes iniciaron la
apertura con las alocuciones pertinentes, mientras hablaban miraban de reojo a
la puerta de entrada, allí no se apreciaba acceso alguno de público, en la sala
se podía contar la asistencia de tres o cuatro personas. La decepción fue
monumental.
Pasados unos días los escritores se
reunieron en una cafetería cercana.
—De las derrotas se aprende —empezó
diciendo Aurelio.
—¿Quién de vosotros me quiere
acompañar esta tarde? Voy a volver a visitar al catedrático. —Irene estaba
confusa, necesitaba saber por qué razón no fueron los alumnos que
previsiblemente iban a asistir.
Todos ellos se apuntaron a la visita.
La tarde estaba iridiscente, el Sol
formaba falsos lagos de luz que irradiaban colores variados en la superficie
del suelo, el espectáculo visual conectaba momentáneamente con un estado
superior a la belleza. En el trayecto hasta el domicilio del profesor ninguno
de los cinco interrumpió el silencio.
—Vive en la planta 48, puerta 24, no
pensaba tener que volver aquí de nuevo. —Irene se mostraba algo nerviosa, sin
embargo, su impaciencia era devorada por sus enormes ganas de saber qué había
ocurrido.
—La verdad, es que nos deberíamos
volver, este señor no es el responsable de la nula asistencia… —Ramón fue
interrumpido por Irene.
—Él no me prometió nada seguro, pero
me ilusionó, ya sabemos que su alumnado es muy extenso, indudablemente hubieran
llenado la sala —Irene hablaba cada vez más bajito, ella le había entregado el
libro días antes, el profesor había tenido tiempo suficiente para leerlo.
Por fin estaban delante de la puerta,
ellos aguardaban a que el toque del primer timbrazo fuese oído. Así fue.
—Bienvenidos a mi casa, pasad al
salón, es muy grato recibiros, estoy suponiendo que sois los cinco autores del
libro que tan amablemente me dejó Irene. —Al hablar doblaba ligeramente la
cabeza.
—No queremos molestarle, pero para
nosotros es muy importante saber su opinión sobre nuestro libro. —Irene se
sentó en el filo del asiento.
—Vamos a ver, tengo que deciros que mi
humilde opinión no debe influir en vuestra carrera literaria, pero me debo a mi
experiencia, por ello debo ser sincero, os rogaría que más bien pudierais
restar importancia a mis comentarios. —Su pulcritud rozaba la sapiencia. Cogió
el libro y lo abrió por donde tenía el marcapáginas.
—Mirad, en este apartado del libro se
escribe sobre una mujer que literalmente se arrastra para conseguir que la
amen, ella, teniendo pruebas fehacientes de que no es así, se muestra débil e
indefensa ante una persona que la trata con indiferencia, además, en repetidas
ocasiones ese amor ejerce un poder sobre ella que la deja con muy baja
autoestima. En estos tiempos en los que la mujer debe mostrarse empoderada y
libre colocáis una muralla insalvable y dependiente. Por otro lado, en este
párrafo se escribe sobre la infidelidad como si fuese una auténtica pesadilla,
en el escenario se adivina el tormento que el personaje sufre por esa acción,
sin embargo, hoy no se cuestiona ni se juzga tan hostilmente esa posibilidad
natural entre las personas, ya por último, hago una crítica solapada en mis
ideas, el trato equívoco que le dais a la señora que todo lo ve de color rosa
es cuando menos inapropiado, la ilusión y la fantasía no están reñidas con la edad,
ya sabemos que existen jóvenes inmensamente viejos y viceversa. —Al terminar
los miró a todos detenidamente.
—Estamos agradecidos por sus críticas,
creemos que es momento de irnos —Irene hablaba entrecortadamente.
—Es por esa razón por la que no hemos
ido a vuestra presentación, lo he sentido mucho, pero no podría debatir entre
mis alumnos asuntos en los que no creo ni creeré. —Se levantó para acompañarlos
a la puerta, muy educadamente los despidió. Su sinceridad fue aplastante y
valiente.
Los escritores se arremolinaron en el
portal.
—Has sido tú el que escribió sobre ese
tema —se decían unos a otros.
—Yo no he sido, eres tú el que ve la
infidelidad como un pecado grave —uno de ellos inculpaba a otro.
—El texto sobre la vejez lo escribiste
tú, a mí no me mires —las voces se alzaban cada vez más.
—Y tú que vas siempre de sobrada, de
crítica literaria y de mil cosas más —su voz resultaba increpante.
—¡Basta! Mañana mismo deshacemos lo
que firmamos en la notaría, no ha sido buena idea —gritó otro.
Sus miradas se entrecruzaron con
indescifrable sentido.
—Somos escritores, hoy hemos sabido
que nunca pararemos de aprender, pero también somos muy buenos amigos, entonces
separemos esos conceptos. —Se abrazaron los cinco y felizmente salieron a la
calle.
Las aceras seguían bañadas por el Sol.