ALBAÑILES, UNA PROFESIÓN MUY ANTIGUA
LO BIEN CONSTRUIDO
QUEDA PERPETUO EN EL TIEMPO
Algunas
profesiones son dignas de reconocimientos y alabanzas, estamos acostumbrados a
ver con cierta naturalidad lo que no lo es, a veces, nos sorprendemos con
acontecimientos banales que otras personas propagan con absoluta frivolidad, es
muy sencillo fascinarse ante el éxito o el consagrado boato que nos transmiten
algunos de esos determinados círculos.
La
capacidad de admiración tiene variables
muy significativas y contradictorias, es muy poco probable que nos dejemos
asombrar de la misma manera ante hechos muy parecidos, la semejanza entre un
trapecista y un albañil pueden ser idénticas, ambos profesionales se juegan la
vida en cualquier rincón de la ciudad, su casco y su red no les evita el
peligro, su seguridad es ampliamente mermada cuando los vemos sorteando su
cuerpo en maniobras acrobáticas, es ingenuo pensar que estos profesionales
estén suficientemente valorados, al menos de momento, no se espera que sean
idolatrados como se hacía en la antigua Roma, allí a los edificadores se les
denominaban como ilustres e insignes caballeros y se les respetaban todos sus
derechos.
Igualmente,
si observamos los derechos de estos trabajadores y buceamos en su situación
laboral, nos encontraremos con la indecente precariedad que presentan sus
contratos, la eventualidad y el tiempo parcial forman parte de su habitual
identidad. De ese modo y con una pizca de suerte saltan de obra en obra como
gacelas buscando el sustento.
Con
el cemento, la pala, el cubo, el palustre, la llana y un largo sinfín de
herramientas cimientan infinidad de construcciones, los arquitectos e
ingenieros idean magistralmente sus diseños y estructuras y los albañiles y
operarios procesan esas planificaciones, su maestría y efectividad deben ser
imprescindibles y muy precisas, así como su fuerza y técnica crean en ellos valores insustituibles
para elaborar una buena praxis.
Algunas
veces, al terminar la obra algunos de los más apegados a su profesión, echan un
último vistazo a la empalizada o fila de ladrillos vistos que han realizado con
sus propias manos. Casi siempre quedan satisfechos.
LOS
INTÉRPRETES
El
Siglo de Oro español introdujo una nueva manera de contextualizar la cultura,
los autores renacían en un devenir de referentes desconocidos, la creatividad fructificaba
como un vendaval imparable de riqueza,
las piezas teatrales y todas sus variantes emergían abundantes anunciando una
novísima transformación en el panorama intelectual. Esa riqueza influía en el plano político y social muy
directamente, los textos usaban instrumentos críticos para relacionar
indirectamente asuntos de estado o
divergentes aptitudes de los representantes del gobierno, en esas condiciones
se admitían repertorios de chanzas y burlas dentro de las farsas o el entremés.
Al
contrario que ocurría en el vetusto teatro griego con sus tragedias y
heroicidades, nuestros libretos también argumentaban temas amorosos y livianos que
afrontaban y simulaban la realidad del momento en que vivían, en esas
representaciones teatrales se les daba mucho más protagonismo a los dramaturgos
que a los actores que las figuraban, siendo muy habitual que estuvieran
relegados a un inmerecido segundo plano.
Hoy,
tal vez, esa consideración sean diametralmente opuesta, afortunadamente las
actrices y actores son auténticos protagonistas del espectáculo cinematográfico
o teatral, tanto es así, que el público en general no tiene ni idea quién es el
guionista o autor/a de aquella obra o película que tanto les gustó. A partir
del pasado siglo, los intérpretes fueron considerados con bastante más
relevancia causando un efecto muy ponderable y valorado en su disciplina
artística, incluso la licenciatura en actuación o arte dramático es un grado
universitario que se estudia en la mayoría de países europeos.
Teniendo
cuenta la capacidad de adaptación que han de tener los actores para sumergirse
en el papel que se les confiere, sería imposible no apreciar el enorme esfuerzo
de vocalización, memoria y expresividad corporal que derrochan en cada una de
sus magistrales interpretaciones, Indudablemente, unos buenos actores y unas
buenas actrices han contribuido a idealizar eternamente infinidad de obras
escritas, que, ellos han sabido representar genialmente ante el respetable
público.
Y
así seguirá, se abrirá el telón y la función nunca terminará.
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