¿Ahora qué?
“Cuando se ayuda
sin idea de obtener nada a cambio, oirás como los latidos de tu corazón se
tornan en notas musicales”
Se ha escrito mucho sobre los sin techos, todos coinciden
en lo mismo, lo primero es ayudar y
ayudar, es cierto, todo es poco y nada es demasiado, la buena voluntad es
indispensable, esa buena condición hace que esas personas excluidas salgan del
apuro inmediato que precisan.
Existe un ejército de personas anónimas e invisibles que
merecen tener todos los reconocimientos habidos por su generosidad y entrega, personas
que dedican su tiempo libre a ayudar y atender a esas personas que merodean por
la sociedad sin recurso alguno. Toda esa ejemplaridad es singular cuando
embargan parte de su vida ayudando a marginados e indigentes. Sin dudar, todos
ellos son personas buenas.
La caridad es un don que toca a elegidos y eso es
extraordinariamente meritorio,
sin embargo, todos sabemos que esas ayudas no son
suficientes, prueba de ello, el gran grupo que habita en la ciudad sin casa ni
cobijo. Ahora que ha terminado la campaña de Navidad, nos encontramos con la pregunta. ¿Ahora qué? Ahora qué hacer para mantener a esas personas
con un mínimo de dignidad o calidad de vida.
La situación requiere urgentemente un planteamiento rápido
para erradicar esta gran desigualdad, a
veces, vergonzante para la sociedad de nuestros días, existen variadas capas de
pobreza, están los que cruzaron la línea de clase media y pasaron directamente
al lado oscuro y también está la fila apagada y sin esperanza de poder remontar
algún día.
Toda esa injusticia no sería tan imposible de regenerar, la
imaginación dicta infinitas posibilidades, para ello, es preciso elaborar unas
buenas medidas que estén acompañadas por el clamor popular, que, hoy en ese
tema sigue mudo. Todavía no se han celebrado ninguna movilización o
concentración generalizada pidiendo la inclusión de estas personas.
La verdad, pedir a gritos esa inclusión es pura Ley de
Dios.
Esas medidas no deberían ser tan difíciles, serían tan
simples como intentar favorecer a esas personas con trabajos inmediatos y
sencillos, trabajos comprometidos a su situación con un pequeño jornal y que
probablemente muy pocos parados estarían dispuestos a realizar, en el mejor
caso que la hipótesis se hiciera realidad, esas tareas estarían ligadas muy
posiblemente en el sector de servicios y para la comunidad, y, con el tiempo quién sabe si podrían acceder a
tener otras oportunidades.
La caridad es muy benigna, pero insuficiente para estos
grupos de marginados, resulta anacrónico y triste contemplar a estos indefensos
seres deambulando por la ciudad. Mientras, nuestra indefensión queda al descubierto.
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